Cuando se circula por las calles o rutas, las personas tienen dos actitudes: unos caminan con apuro y otros miran el panorama, observando con detenimiento todo a su alrededor, casi como un paseo. Los segundos, seguro ya se han topado con los misteriosos grafitis que rezan “no me baño”.
Si bien en Buenos Aires son furor desde hace algunos años, hace un tiempo llegaron a Tucumán. Poco se sabe sobre el significado o la finalidad de los grafitis: según circula en Internet, "No me baño" es una crew (en español, equipo o comunidad) de skaters que empezó a pintar las paredes con el nombre del grupo. En Tucumán, el origen de algunas de las pintadas es incierto; para esta producción se intentó contactar a integrantes del movimiento en la provincia, mas no fue posible. Investigando en las redes sociales del grupo, se pudo detectar que algunas pintadas sí corresponden a lo que sería el equipo original, procedente de Buenos Aires.
Viajan en un auto al que llaman “moskamóvil” por todo el país, con sus pinturas en el baúl. Hace poco más de un mes anduvieron por la provincia y dejaron su “no me baño” en algunas paredes camino a los cerros. ¿Cómo financian sus viajes? Con una tienda online en la que venden prendas, serigrafías intervenidas e ilustraciones. "Estamos en plena expansión de la mugre. Queremos que sientan la suciedad en todos lados y en todo tipo de formatos, ya sea en la calle, como surgió, y también en nuestro trabajo como artesanos. Cada compra que hacen nos está aportando mucho para generar nuevos proyectos y viajes; la mugre nos mantiene activos", cuentan en su sitio web.
Darse a conocer
“Esta intervención sobre el espacio público es algo frecuente en las tribus urbanas o subculturas, que en general plantean como un modo no hegemónico de comunicarse, o tienen ciertas costumbres o formas de encarar la vida social que buscan ser alternativas. Desde ese lugar, muchas veces estas intervenciones sobre el espacio público son frecuentes, como una forma de darse a conocer o conquistar nuevas personas que puedan sumarse a su grupo”, explica Cristina Garat, licenciada en Sociología, docente de la UNT en la carrera de Trabajo Social y becaria doctoral del Conicet.
Mantenerse al margen
La socióloga Roxana Laks asevera que el anonimato no pasa sólo por la ilegalidad del acto de pintar paredes: “hay un cierto código en estos grupos de mantenerse en forma anónima, como también diferenciándose de espacios políticos o ideológicos”, remarca. Al ser consultada por LA GACETA sobre si este anonimato puede servir para crear un mito, responde que sí, sobre todo en los jóvenes: “que yo pueda decir y expresarme sin identificarme genera mucha aprobación del público joven, del adolescente sobre todo; esto de querer expresarme y ver cuantos se suman a mi expresión, a mi sentir, cuantos apoyan esta identidad”, detalla. “Muchas veces estas subculturas under, que transitan por las ciudades, eligen mantenerse al margen del escenario principal. Es una decisión y es dónde se sienten a gusto y eligen estar”, añade Garat, que también aclara que el anonimato no es total, porque estos grupos intervienen en la calle. Ahora, este casi anonimato les permite que el movimiento crezca. “De hecho, tendrán sus espacios de socialización y sus canales de comunicación con personas que ellos mismos identifican como posibles pares o posibles adherentes”, concluye.